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Venezuela: la partida oculta de ajedrez

Actualizado: 23 ago






Por Omar Bula

En el complejo ajedrez de la geopolítica, no todas las piezas están sobre el tablero. Lo que el público observa es solo el reflejo de movimientos realizados por piezas más poderosas, invisibles para muchos, pero decisivas en el resultado final. Este fenómeno se acentúa en un mundo dividido en bloques opuestos, donde el destino de muchas piezas individuales está subordinado a las decisiones colectivas de estos grandes jugadores.


Este es el caso de Venezuela, un país cuya realidad política presenta una complejidad mucho mayor de lo que suele mostrarse en los medios o en los análisis convencionales. Mientras los informes destacan una valiente oposición luchando por la democracia contra un régimen dictatorial, y las pruebas de fraude electoral demuestran ser cada vez más contundentes, estos elementos representan solo una parte del intricado entramado que define el destino de los venezolanos.


En el marco de la nueva configuración global, donde los enfrentamientos internacionales han dado lugar a una fractura en grandes bloques geopolíticos, Venezuela adquiere un valor estratégico aún mayor. Sus extensas reservas de petróleo, su riqueza en recursos naturales y su ubicación estratégica en el hemisferio occidental no solo la convierten en un punto clave para los intereses globales, sino que la transforman en un terreno esencial para cualquier bloque que aspire a expandir su influencia en la arena internacional.


Desde la era de Hugo Chávez, Venezuela ha marcado un claro giro hacia una alineación opuesta a Occidente, abriendo sus puertas a una variedad de actores que desafían los intereses estadounidenses. En la actualidad, son China, Rusia, Cuba, Irán y Turquía, entre otros, los que ocupan ese terreno, formando una coalición estratégica para desafiar la supremacía de Washington. Estos nuevos socios no solo han invertido significativamente en la región, sino que también mantienen vínculos estrechos con países que respaldan el régimen de Maduro, como México, Brasil y Colombia, todos dirigidos por gobiernos socialistas de extrema izquierda e inmersos en relaciones políticas profundamente entrelazadas con el crimen transnacional organizado.


El crimen transnacional organizado, particularmente el narcotráfico y la minería ilegal, ha pasado a ser el pilar que mantiene al régimen a flote. Venezuela se ha consolidado como un eje vital en el tránsito de cocaína. En 2022, el 24% de la producción mundial de cocaína pasaba por Venezuela y, según Transparencia Venezuela, estas actividades ilícitas representaban un 15% del PIB del país, con ingresos que alcanzaban los $9.4 mil millones. En estrecha colaboración con el poderoso Cártel de los Soles —compuesto por altos mandos militares—, el régimen se erige como el núcleo de esta compleja red de poder, en la cual participan también actores como ELN, FARC, Hezbolá, cárteles de drogas mexicanos y otras mafias internacionales.


¿Y qué papel juega Estados Unidos en todo esto?


El impacto de Estados Unidos es más simbólico que sustantivo. A pesar del respaldo retórico a la oposición y la imposición de sanciones, que Venezuela y sus aliados ya han aprendido a sortear, poco se puede esperar antes de las elecciones de noviembre. De hecho, a pesar de su discurso combativo, lo que la administración Biden ha logrado es validar la "narcodictadura" y consolidar la posición del régimen al permitir la liberación de figuras clave y el flujo de petróleo venezolano hacia EE.UU.


En lo que respecta a los organismos multilaterales, como la ONU y la OEA, igualmente condicionados por la lógica de bloques y alianzas, sus decisiones y acuerdos apenas tendrán impacto. Mientras tanto, Venezuela ha consolidado su alineación con el bloque BRICS, que incluye a China, Rusia y Brasil, reforzando así su posición estratégica en el escenario global.


Por último, es importante considerar que, en el marco de los bloques geopolíticos globales, los países aliados no son más que territorios dominados, donde el debate sobre apoyar a una dictadura o a una democracia se convierte en un asunto de menor importancia. Durante la Guerra Fría, tanto las potencias occidentales como la Unión Soviética respaldaron regímenes autoritarios para asegurar su alineación estratégica; hoy, la dinámica no ha cambiado. En esencia, la vigencia y los límites de estos gobiernos están definidos más por su valor estratégico en el tablero global que por sus realidades internas.


No debería sorprendernos entonces que Maduro permanezca en el poder, a pesar de los esfuerzos de la oposición y la presión internacional. Mientras no se descarta que, si se convierte en un impedimento para sus aliados, estos puedan retirarle su apoyo, no está claro que esto conduzca a una transición democrática pacífica. En el actual panorama geopolítico, resulta poco probable que los actores involucrados estén dispuestos a renunciar a un activo tan estratégico como Venezuela y sus vastos recursos.


Me disculpo de antemano si mi mensaje parece transmitir malas nuevas. Sin embargo, creo justo y necesario que el pueblo venezolano conozca la cruda realidad de los desafíos y la situación a la que se enfrenta.


Como siempre, te agradezco por tu amable atención.

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