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Soñé que había una guerra en Ucrania y, cuando me desperté, recordé que era cierto

Foto del escritor: Jack GoldsteinJack Goldstein


Por Omar Bula

Soñé que había una guerra en Ucrania y, cuando me desperté, recordé que era cierto.


Si nos guiamos por los medios de comunicación, este conflicto parece haber desaparecido.


Después de más de dos años de haber sido bombardeados día tras día con Zelensky y Putin, la suerte de rusos y ucranianos pasa a segundo plano. Hoy son Israel y Palestina los que ocupan las portadas.


¿Y de qué habla la gente? Pues, de Israel y Palestina; la gente habla de lo que hablan los medios.


Nunca olvidaré que cuando era pequeño me llamaba mucho la atención la forma en la que el capataz de una finca atraía al ganado golpeando fuertemente el techo de zinc que cubría el bebedero. Ante ese sonido inconfundible, solo era cuestión de segundos para que todo el lote de ganado se reuniera.


Y así actúan los medios, como el capataz, solo que en lugar de saciar nuestra sed nos conducen a donde quieren, cuando quieren y como quieren. ¿Y nosotros? Como el ganado.


Nótese bien la palabra 'nosotros', pues yo también he formado parte de ese lote. Porque no se trata de un reproche, se trata de una nueva oportunidad para resaltar y subrayar la importancia del tema de la información en nuestros días.

Aunque la relevancia de la información se mantiene desde los albores del tiempo, estamos frente a una manifestación sin precedentes de su poder.


Mientras que con la globalización y los avances en la tecnología se esperaba una 'democratización' de la información, esos anhelos se desvanecieron. Hoy por hoy, son muy pocos los que deciden qué información consumimos y - tanto el mensaje como los medios para diseminarlo - están en pocas manos.


Lamentablemente, la globalización de los medios de comunicación se ha caracterizado por la aparición y el continuo dominio de la industria mundial de los medios de comunicación por parte de un pequeño número de conglomerados transnacionales.


Hoy por hoy, en la práctica, existe un verdadero monopolio mediático a nivel occidental y, en gran medida, a nivel global. Este monopolio controla, al menos, el 85% de los principales medios de comunicación y abarca tanto la prensa escrita como lo que muchos vemos en televisión o escuchamos en la radio.


Esto incluye los Grandes Medios internacionales y nacionales, así como las principales emisoras y canales de televisión en muchos países, incluyendo los nuestros, en América Latina.


Ahora bien, lejos de tratarse simplemente de un dato interesante en términos del mercado global de medios, lo esencial aquí es entender que ese monopolio vehicula una agenda única y predominante en muchos temas… economía, política, vacunas, cambio climático, nuevas ideologías, etc.


Todas las mañanas dedico algún tiempo a leer noticias de diferentes fuentes y partes del mundo. Prensa estadounidense, europea, árabe, china, rusa, africana, etc. - y no he sido el primero en notar que esa agenda única permea los medios del planeta entero, a excepción de países como China y Rusia, entre otros pocos.


Basta ver cómo los titulares de la prensa en los Grandes Medios de Bruselas, Bogotá, Buenos Aires, Bangkok, Cairo y Nairobi, así como el contenido de lo que reportan, es básicamente idéntico.


Más relevante aún, sin embargo, es que estos vehiculan un mensaje único prácticamente al unísono, y son los que se encargan de arrear el ganado hacia donde desean, cuando desean y como desean.


No sorprende entonces que, en este sueño convertido en vigilia, la narrativa de la guerra en Ucrania se haya desvanecido en la vorágine mediática.


El monopolio mediático, bajo la premisa de “divide y venderás”, se sigue encargando de modelar las agendas, definir las prioridades globales y decidir de qué habla la gente.

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