Ojo Israel
Con el positivo ánimo de la sana reflexión y autocrítica, vuelvo a listar algunos temas, esta vez de un artículo de febrero de 2018, sobre de la realidad israelí, que personalmente me quitan el sueño.
Ojo cuando a la Kneset le da por considerar instaurar la pena de muerte. El cuchillo es de doble filo.
Ojo cuando a la Kneset le da por condicionar las negociaciones sobre Jerusalem a un nuevo mínimo de 80 votos.
Ojo con no pararle suficientes bolas al BDS. Cualquier éxito de ellos es un éxito nuevo que antes no tenían. El tema sigue muy vigente, contagioso y seductor.
Ojo cuando aplicamos dobles raseros. ¿Qué pasa cuando judíos fanáticos cachetean a soldados? (ver caso Alkobi)
Ojo cuando a un ministro le da por decir en voz alta que ya es suficiente que los bombazos israelíes sobre Gaza solo causen daños materiales y que es hora de que haya víctimas mortales
Ojo cuando después de recibir 40.000 refugiados africanos, ahora el plan es ver cómo deportarlos o encarcelarlos, o cómo contratar civiles que ayuden a deportarlos
Ojo a la hora de deportar arbitrariamente a ciertos turistas con permisos, patrocinios de reconocidas instituciones judías, tiquetes de regreso y cartas de los mismos consulados israelíes (ver caso Yehuda Kimani, Abayudaya de Kenya). Y a consecuencia de eso, ojo cuando Birthright suspende ciertos programas por miedo a que algunos de sus participantes sean deportados por no cumplir las siempre cambiantes y caprichosas normas del Ministerio del Interior y la Rabanut.
Ojo a la talibanización, clausurando vía decreto de la Kneset, tiendas en Shabat, en un país que es para todos sus ciudadanos.
Ojo cuando el mismo presidente del país habla de una crisis moral y de valores.
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