Nüremberg llega a su fin
Por el juez Franco Fiumara
Hace 75 años, el día 16 de octubre de 1946, uno de los juicios más importantes de la historia, llegó a su fin con la ejecución de algunas condenas de pena de muerte. Quince días antes, el tribunal presidido por Lord Geoffrey Lawrence, dicto una ejemplificadora sentencia basado en pruebas contundentes e irrefutables.
Doce de los principales líderes nazis detenidos hasta ese momento, fueron condenados a la pena capital por crímenes contra la humanidad que comprendía el Holocausto.
Entre ellos el segundo en la escala de poder dentro del Tercer Reich, Hermann Goering, quien escapó al cadalso la noche previa al ingerir una cápsula de cianuro; el Ministro de Relaciones Exteriores, Joachim von Ribbentrop, encargado de firmar el degradante tratado con la Unión Soviética conocido como Ribbentrop-Molotov que eliminaban a Polonia del mapa; Wilhelm Keitel, jefe del ejército alemán, que condujo por orden de Hitler y la propaganda de Goebbels, a las tropas a la Guerra Total con aberrantes crímenes de guerra, y firmó el Decretó Noche y Niebla - Nacht und Lebel, tristemente conocido como Decreto NN que significó dentro del pandemónium desatado por los nazis la persecución e eliminación física de los desaparecidos por cuestiones políticas dentro del Tercer Reich.
También es importante reseñar que entre los condenados se encontraba el sucesor del Obergruppenführer-SS Reinhard Heydrich, Ernst Kaltenbrunner, quien fuera el “padrino de ingreso” de Adolf Eichmann para su ingreso en las SS. Una persona condenada a la pena de 20 años, fue Baldur von Schirach. Generalmente cuando se estudian estos casos, no se le suele prestar la debida atención a este personaje extremadamente peligroso. Desde los inicios del gobierno nazi, fue el encargado de dirigir a las Juventudes Hitlerianas, de preparar ideológicamente a los jóvenes alemanes sobre su “superioridad racial”, la importancia de la lealtad al Führer, aunque significara inmolarse en nombre del líder, y la necesidad de la expansión territorial del Reino que debería durar 1000 años.
Martin Bormann, antisemita furibundo, secretario del partido y de Hitler en la cancillería, fue el encargado de retransmitir las órdenes verbales del Führer a sus acólitos. Juzgado en ausencia, recibió la pena de muerte entre los doce referidos al inicio. Su juzgamiento permitió jurídicamente enlazar las órdenes de Hitler con los demás jerarcas, dichos sostenidos en las declaraciones de Goering, Speer y de Julius Streicher, otrora director del periódico antisemita “Der Stürmer”.
Otros siete jerarcas, entre ellos Rudolf Hess ladero de Hitler en la prisión de Lansberg en 1924, que fuera el último prisionero en la cárcel de Spandau-Berlín hasta su suicidio en 1987, casi sobre el desmoronamiento del bloque soviético; el arquitecto Albert Speer, Ministro de Armamento que utilizó mano de obra esclava, fueron condenados desde cadena perpetua a penas temporales, mientras que tres de los acusados fueron absueltos.
Las organizaciones paramilitares dependientes del poder nazi, como el partido mismo fueron condenados a su disolución por ser considerados desde su génesis como grupos criminales.
El Fiscal Jackson en los 10 meses de audiencias, con las pruebas desarrolladas en el proceso, demostró la responsabilidad criminal de las jerarquías nazis. Luego hubo otros 12 juicios complementarios, entre ellos cabe destacar el caso 3 contra jueces, ministros de justicia y profesores universitarios, donde se demostró como la complicidad de uno de los poderes pilares del Estado, a través de sus sentencias, asesinó a miles de personas por ser opositores al régimen, o pertenecer a una “considerada raza inferior”; mientras que en los claustros académicos inculcaban ideológicamente a los estudiantes sobre falsas teorías de supremacía racial y de expansión territorial, agrediendo a los países vecinos.
En definitiva, la sumatoria del poder público en manos de un líder impregnado en una ideología criminal, sostenida por sus ministros y avalada por la justicia en nombre del pueblo alemán, llegaba a su fin.
Luego de estos juicios hubo notorios fracasos internacionales para detener crímenes contra la humanidad. A pesar de ello, el legado de Nüremberg hizo recapacitar a la comunidad internacional reunidas en la nueva ONU, dando nacimiento a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
El final de Núremberg marcó un camino sin retorno cuyo corolario fue la creación de una Corte Penal Internacional permanente que mantuvo los crímenes de Estatuto de Núremberg, ampliando la protección de personas individuales descriptas en lesa humanidad a la de grupos de pertenencia amparadas bajo la figura jurídica de genocidio.
Retomó el mismo sendero el Tribunal Internacional para Líbano, donde fueron sentados en ausencia los terroristas pertenecientes al grupo Hezbollah, donde en el año 2020, Ayyash fue condenado a perpetua.
En definitiva, supo la comunidad internacional organizada, que las sentencias de Núremberg marcaron un camino sin retorno, que en la actualidad vuelve a tener plena vigencia para combatir jurídicamente al nuevo flagelo criminal llamada terrorismo, detrás de los cuales se apañan grupos supremacistas neonazis.
Las sentencias cumplen un fin didáctico. Por eso es importante realizar los juicios, en principio con la presencia de los acusados, o en caso de no poderlos detener, realizarlos en ausencia de ellos, para que la sociedad pueda saber que pasó y quienes fueron los responsables de tamaños actos de barbarie criminal. De eso se trató Nüremberg.
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