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Foto del escritorJack Goldstein

Los Secuestrados




Por Marlene Manevich

No vengo propiamente del país de las maravillas. Vengo de un país maravilloso, pero donde el secuestro y la violencia se volvieron cotidianas. Hay épocas en que el secuestro es más común y hay otras en que baja el promedio, pero en general, es una práctica muy utilizada por los grupos de malandros que buscan desestabilizar la sociedad y pedir plata por una persona, como si se tratara de una subasta. A veces, el secuestro era realizado por bandas criminales y otras veces es una una práctica muy utilizada por la guerrilla. Me tocó ver a padres de amigos, a conocidos, desconocidos y hasta un tío que fue secuestrado, pasando por ese suplicio.


Se necesitan años luz de terapia y psicología para tratar de volver a la normalidad. Esos son los que corren con la suerte de salvar sus vidas y regresar.

Cuando una persona muere es triste, pero cuando está secuestrada, es como si muriera muchas veces. Su presente y su futuro son inciertos. No se sabe qué va a suceder. Los captores son gente en la que no se puede confiar. Cuando ya no hay esperanza, aparece alguna prueba de supervivencia y se recupera la fe por un tiempo, hasta que se conoce con certeza la verdadera situación. Es una guerra psicológica que utilizan para pedir un rescate por la persona.


Lo que ha pasado desde el 7 de octubre, es una práctica malsana que busca torturar a las víctimas hasta el cansancio o la misma muerte.


Una persona torturada en esa forma, termina cambiando el deseo de libertad, por el de querer morir, para terminar ese sufrimiento.


Es difícil entender que no haya habido hasta ahora una fórmula negociadora para poder rescatar a estos seres humanos, que han sido condenados a todas las vejaciones posibles, para salvar sus vidas y devolverlos a su entorno familiar y social. Algunos fueron rescatados y seguramente demorarán mucho tiempo en lograr reinsertarse a su hábitat. Siguen los traumas y los miedos provocados por el encierro. Se necesitan años luz de terapia y psicología para tratar de volver a la normalidad. Esos son los que corren con la suerte de salvar sus vidas y regresar. ¿Y los que mueren en cautiverio? Perdieron hasta la esperanza de ser rescatados. No existe esa luz al final de los malditos túneles que les brinde una luz de esperanza, un aliento de vida. ¿Cómo puede una persona o un grupo, que no sé si se pueden llamar personas, disponer así de la libertad y de la vida de otros? ¿Con qué derecho? Han pasado demasiados shabats desde ese fatídico shabat de Simja Torá del 7 de octubre. Me pregunto, ¿cuántos shabats más tendremos y tendrán que esperar los pobres secuestrados y sus angustiadas familias para que les resuelvan esta situación de zozobra y desesperanza?


No queremos que entreguen más cadáveres, queremos a los secuestrados vivos, pero el tiempo apremia y como dicen por ahí: “no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista”.

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