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Foto del escritorJack Goldstein

Lo que queda de la comunidad judía en Egipto

No me explayaré. Hoy dicen por ahí que quedan unos 50, quizás menos. Algunos viven en El Cairo y otros en Alejandría. Oficialmente, varios dicen ser árabes de fe mosaica. Viven callados, escondidos, y algunos hasta protegidos. Casi 100.000 paisanos vivían ahí hasta hace 60 años. Sinagogas milenarias, comunidades milenarias, de los capítulos más significativos de nuestra historia desde Moisés y pasando por la Septuaginta, el Templo de Elefantina, los pogroms de Alejandría, Maimónides, la famosa Genizá del Cairo, la numerosa comunidad karaita… en fin.



Hoy queda la antigua sinagoga de Ben Ezra en el viejo barrio de Fustat y donde la placa dice que se construyó en el sitio donde el mismo Moisés rezara alguna vez. Queda también una hermosa e inmensa sinagoga en pleno centro del Cairo sobre una de sus mejores avenidas comerciales. En Alejandría queda otra, la famosa Eliyahu Hanavi que se encuentra actualmente en reconstrucción. En El Cairo el gran cementerio de Bassatine ha sido saqueado, expropiado, robado. De su inmensidad, lo que queda son canteras, basureros, barrios mugrosos. Dicen que queda un pequeño lote con tumbas pero no se reconoce desde afuera y solo con permisos que no conseguimos se puede acceder. El último entierro se hizo hace pocos años, pero gran parte de ese lote fue nivelado con tractores y aplanadoras, destruyendo todo e incluso dejando huesos expuestos. En este artículo de El Balad, e incluso sin saber árabe, podrán fastidiarse con el registro fotográfico de lo que allí pasó.


Hoy dicen por ahí que quedan unos 50, quizás menos. Algunos viven en El Cairo y otros en Alejandría. Oficialmente, varios dicen ser árabes de fe mosaica. Viven callados, escondidos, y algunos hasta protegidos. En Alejandría quedan tres lotes del cementerio. Nos tomó hora y media lograr entrar, y eso que veníamos bien conectados. Como en las otras sinagogas, los predios están fuertemente militarizados y no tienen acceso al público (salvo en Fustat). Fue desesperante, fastidioso y costó 6 (seis) dólares en propinas repartidas entre el jefe del grupo de servicio de seguridad del estado, los soldados acantonados y el guardaespaldas que nos asignaron para ver que no tomáramos fotos. Y eso se logró después de mostrar nuestras cédulas colombianas, porque como nos dijeron, “en Egipto queremos mucho a los judíos pero no a los israelíes”. Lo que vimos del cementerio de Alejandría refleja una comunidad que fuera muy próspera, con muchos apellidos muy sefaradís españoles, y otros incluso ashkenazi. Verdaderos mausoleos dan fe de un pasado aristocrático, elegante y artístico. Pero de eso ya no queda nada, solo la desolación, el saqueo y un tufillo maluco a antisemitismo latente.


Nota: Desde nuestra visita hace más de dos años, la gran sinagoga de Alejandría culminó su renovación y su reinagurada con pompas. Nuevos tiempos se viven, así dudo que esa comunidad vuelva a florecer en nuestros tiempos



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