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Foto del escritorJack Goldstein

La Ley del Talión



Por Marlene Manevich

Ojo por ojo diente por diente es la conocida ley del Talión. Yo te pego, me devuelves, te pego más duro y te vuelvo a pegar y así interminablemente sigue el círculo vicioso. Cuando uno se pasa a vivir a un edificio no escoge los vecinos. Lo mismo sucede cuando se sube a un avión. Se selecciona la silla, pero no el vecino y hay que sentarse con la persona que le tocó en suerte cruzar los cielos. A veces resultan unos vecinos no tan agradables, pero uno no puede matar a una persona por el solo hecho de que no le gusta. Debe respirar profundo y tratar de congeniar lo mejor posible con ese vecino de silla (kisé) que lo va a acompañar durante todo el viaje. Lo mismo sucede en el estudio.


Desde pequeños (ktanim) los niños entran a un jardín infantil (gan) y tienen preferencia por algunos compañeritos o por algunos profesores. Y es normal. Hay química o energía entre las personas. Algunos se atraen y otros se repelen. Es el comienzo de la socialización. Y de ahí en adelante sucede en los colegios, universidades y en cualquier grupo social, cultural o de cualquier otra índole al que el ser humano pertenece. Sucede en los supermercados, centros comerciales, gimnasios, en fin cualquier sitio adonde vamos. Si no nos gusta alguien, no podemos apuñalarlo porque sÍ. Cuando vivimos en un barrio, no escogenos a los vecinos (shjenim. Llegan por selección natural. Un buen vecino es el mejor regalo que nos da la vida. Y un mal vecino es lo peor que tenemos que aguantar. Lo mejor es ser cordial, pues hay que compartir muchas cosas con esa persona o familia (mishpajá) que vive a nuestro lado. Así sucede cuando nos hacemos socios de un club y hasta con los médicos (rofim) adonde vamos para que nos atiendan nuestras dolencias. Eso es convivir y mantener relaciones interpersonales. No hay que ser psicólogo para entender algo tan elemental.


Con los países sucede algo parecido. Tenemos fronteras y hay que respetarlas. A veces aparecen vecinos colonialistas que quieren dominar tierras que no les pertenecen geográficamente, pero tienen algún encanto por el que las quieren poseer, aunque estén fuera de sus fronteras. Por ese motivo ha habido muchas guerras territoriales, porque cada uno cree que tiene derecho a ser el dueño, así que hay que hacer negociaciones en el mejor de los casos, o guerras porque somos violentas y no sabemos resolver las cosas de buena manera. La intolerancia y el poder no nos permiten, a veces, negociar. En el caso de Israel, sucede algo así como con los vecinos de un edificio (binian). Nadie va a matar a su vecino porque no le dio un tomate (agvanía) que le pidió prestado, porque no hizo el mise en place, -ese término francés que denota que debemos conseguir todos los ingredientes antes de empezar a cocinar-, precisamente para no tener que pedirle un tomate al vecino. Son cosas que parecen demasiado simples y así de simple empieza una guerra.


Empieza como la Ley del Talión, ojo por ojo diente por diente y si ninguno de los dos lados en conflicto para, se convierte en una guerra de nunca acabar. Y en eso estamos involucrados los habitantes de este país de leche y miel rodeado de vecinos, a quienes no se les dio el tomate. Es de aclarar que no quisieron un estado cuando se les ha ofrecido. No quieren que seamos sus vecinos. Quieren todo el territorio para ellos y echarnos al mar. Lo que no saben es que sabemos nadar. Es una intolerancia tremenda. No aceptan otro culto diferente que el que ellos profesan, ni otras costumbres. Es una sociedad tan cerrada que muchos han escapado de esa cultura y han venido a hacer una nueva vida en Israel, convirtiéndose en ciudadanos árabes-israelíes con derechos ciudadanos como cualquier israelí.


Pero los vecinos siguen reclamando y peleando, no propiamente por tierras. Ellos no quieren tierras. Su deseo es sacar a los judíos de esta tierra. Pretenden borrar la historia de más de 2000 años, que nos da el derecho a vivir aquí, en la tierra de Abraham, de Isaac y de Jacob. Ellos no saben de historia, no saben de respetar límites o fronteras, saben de armas, de odio y resentimiento, de destrucción, de matar. Nos tocaron unos vecinos con los que no se puede compartir ni un tomate y por eso prima la Ley del Talión. Cuando ellos atacan no podemos quedarnos quietos y callados porque pensarán que somos un pueblo débil y va a ser fácil destruirnos, pero si les devolvemos como dice la Ley del Talión, siguen amenazando que van a atacar más duro. Se vuelve como las peleas de niños en el colegio, que nadie se acuerda quién empezó, pero los profesores los obligan a hacer las paces. Aquí no hay profesores, porque la ONU que debería mediar no aparece por ningún lado y los gobiernos están ocupados luchando por el poder.


Han muerto muchos niños palestinos injustamente, porque son puestos como escudos humanos y tristemente son blanco de ataques, pero algo muy distinto es mandar un misil donde hay una población civil y niños jugando fútbol. El partido fue interrumpido por un estruendo con ruidos de muerte Es muy triste que haya que seguir demostrando fuerza para que se calmen y de pronto algún día entiendan lo que es el respeto, la convivencia y la tolerancia y podamos ser unos buenos vecinos que no nos tiremos tomates, sino que los compartamos. Pero en vez de pensar en compartir piensan en devolver. Lo que el mundo no se da cuenta es que ellos son los que empiezan la agresión. Israel devuelve con más fuerza para exigir respeto y demostrar que el pueblo judío está vez no va a agachar la cabeza.


Por eso tristemente sigue la Ley del Talión y toca devolver ante la masacre de los niños que estaban jugando futbol. Los drusos que fueron víctimas del ataque, que tienen raíces árabes y son israelíes por adopción, exigieron una respuesta contundente. Y el ejército de Israel devolvió con más fuerza. Se cometió un grave error el 7 de octubre, y para demostrar que el ejército no estaba dormido, dio un golpe fuerte eliminando a dos grandes líderes, demostrando la estrategia militar que ha caracterizado al ejército de Israel y al Mossad. Ahora viene la venganza y por supuesto que hay temor de lo que pueda pasar. Que dolor no poder parar esta guerra y tener en medio la vida de los secuestrados que siguen corriendo peligro y están sufriendo por la falta de libertad. Ojalá la Ley del Talión pare ahí y no siga tanta venganza

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