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La casa dinástica de los Tobíadas. Otra de las historias refundidas de nuestro pueblo

Foto del escritor: Jack GoldsteinJack Goldstein


Dentro de las múltiples historias que tenemos bien escondidas está la de la familia de los Tobíadas, un nombre dinástico que se repite durante cerca de mil años en el Tanaj, textos, papiros y reliquias arqueológicas.

El primer Tobías fue un sacerdote levita enviado a la corte del rey Yosafat, hacia el año 849 AEC. El siguiente es un recolector de impuestos en el remoto Lakish en la actual Jordania, que en el momento servía de puesto fronterizo, justo antes de la conquista babilónica. Tobías el amonita fue personaje de primer nivel en los textos de Ezra y Nehemías. Un siglo después, los Tobíadas son mencionados en los papiros de Elefantina como exilarcas en la zona al oeste del Eufrates.


Sus últimos descendientes conocidos bajo ese nombre fueron los antepasados de la dinastía Bagratuni, primeros reyes cristianos de Armenia y Georgia.

Es factible que los Tobíadas se hubieran mezclado con la realeza amonita de la Jordania de hoy y con las familias que construyeron las murallas de Jerusalem después del retorno de Babilonia. Cuando Nehemías llegó a Jerusalem, enviado por el rey Artaxerxes a reestablecer el orden social y religioso de Judea y a reconstruir el Templo, los Tobíadas no fueron tan bien aceptados, por cuenta de sus matrimonios mixtos y su propensión previa a construir altares en lugares diferentes a Jerusalem (así como el samaritano Sanbalat lo hiciera en Shjem). En el siglo V AEC lo único que se requería para una conversión era renunciar a creer en el templo samaritano de Gerizim y aceptar el centralismo de Jerusalem. Solo desde ese momento es que la genealogía, perdida durante el exilio y como atestigua el Tanaj, volvió a tomar valor para efectos del sacerdocio.


No obstante, el abolengo de la familia hizo que Zakarías los nombrara gobernadores en la actual Jordania y sirvieran así de “guardianes” en las fronteras del reino (o “Netzerim” en hebreo). De ahí que Flavio Josefo considerara que estos judíos fronterizos, quizás más proclives a asimilarse, fueran de hecho los primeros “notzrim” (cristianos) o “nasaaras” (en la versión islámica). Además, por vivir en fronteras, alejados de Jerusalem, acudían al uso de palomas mensajeras (como atestiguan los múltiples columbarios encontrados cerca de sus ruinas arqueológicas) que luego se convirtieran en símbolos cristianos por excelencia.


Además, Flavio Josefo escribe de ellos como líderes de la helenización durante la época previa a los macabeos. Eventualmente, su grado de asimilación los llevó a ser de los promotores de Tadeo y del nuevo cristianismo entre la población de Edesa (Sanliurfa, en Turquía). Sus últimos descendientes conocidos bajo ese nombre fueron los antepasados de la dinastía Bagratuni, primeros reyes cristianos de Armenia y Georgia.

Bibliografía:

Yosef Dhu Nuwas, a Sadducean King with Sidelocks, By Ben Abrahamson and Joseph Katz


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