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Estas son las mañanitas

Foto del escritor: Jack GoldsteinJack Goldstein


Por Marlene Manevich

🎼Cuando estaba en mi etapa escolar, mi papá (Z”l) nos despertaba para ir al colegio. Fue un excelente padre, pero la paciencia no fue su mejor virtud, así que había que levantarse rápido de la cama para enfrentar un nuevo día. Recuerdo que había un servicio telefónico, que se marcaba desde un teléfono de disco al 113 y una señorita de melodiosa voz (lol) contestaba dando la hora exacta. También había un servicio de radio reloj, en que uno llamaba y programaba la despertada para el día siguiente. Debían ser las primeras computadoras, porque no me imagino a un señor despierto, encargado de despertar a otros. Cuando tuve mis hijos me propuse que los iba a despertar con mucha paciencia y se acostumbraron a esos 5 minuticos de plazo que yo les daba para disfrutar un poco de ese sueño reparador que sentimos ya cerca del amanecer. Siempre (tamid) me gustó dormir (lishon) hasta tarde y siempre (tamid) oí que las personas mayores no duermen tanto. Como ya soy mayor, se cumplió la profecía y ahora no tengo problema en madrugar. Por si acaso, pongo el despertador porque nunca se sabe el día que no funcione el despertador interno. Así que pongo la alarma (hazaká) del celular, pues los relojes despertadores, son unas de las tantas cosas que han sido suplantadas por la tecnología. Como he dicho siempre, ni el sobregiro me quita el sueño, pero una que otra noche de desvelo, puede ser un peligro para nopoder levantarse temprano. Pareciera que la tecnología funciona a la perfección, pero no. En estos días me falló la alarma del celular y no ha habido tutorial que valga para subirle el volumen. Voy a tener que recurrir a un técnico que conocí el otro día para que me ayude. Es fácil (kal) porque le muestro la alarma y como él tampoco va a escuchar ningún sonido, me va a entender lo que necesito arreglar (letaken).El caso es que estaba un poco intranquila por la madrugada del domingo, pues Reuven sale un rato antes de mi hora (shaá) de levantarme y mi preocupación era quedarme dormida. Pero dejó de ser una preocupación en el momento en que los hutíes, esos salvajes yemenitas, especializados en lanzar misiles de largo alcance, rompieron el acuerdo del cese al fuego y la alarma de la ciudad me despertó y en vez de correr a la cocina a preparar el desayuno (arujat boker), tuve que correr al mamat a resguardarme mientras terminaba de sonar, para cumplir con los 10 minutos reglamentarios que hay que esperar. Menos mal, la alarma de los hutíes sonó un solo día, así que necesitaba arreglar la alarma de mi celular. Fui adonde el técnico que había conocido y ya tenia anotado mi discurso, hecho por Google, en hebreo para poderle decir que la alarma no sonaba. Quedé gratamente sorprendida, cuando el muchacho me dijo en un español hebreizado, qué problema tiene? Como ven el del celular se resolvió favorablemente. Parece que el lío con la alarma de los hutíes está un poco más demorado de resolver.


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