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Foto del escritorJack Goldstein

En el desierto y en la mar



Por David Alejandro Rosenthal


“Quizá la más grande lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia.”
-Aldous Leonard Huxley.

En el desierto se encontraba la humanidad alguna vez. Sumeria, Caldea, Mesopotamia, Babilonia, asimismo Israel como los pueblos beduinos, luego convertidos al Islam (y otros que continuaron como parias en el desierto). No todo fue desierto, es lo más importante el agua sin duda alguna y las tierras fértiles.

Toda la historia bíblica está basada en el desierto como un lugar común de espacio y de tiempo. La arena conserva la historia más pura y de antaño de la humanidad. Poder recorrer aquellos lugares donde hubo un significativo aporte para la humanidad es algo invaluable.

La mar no se queda ni en lo más mínimo atrás. Por allí llego toda la civilización no, por medio del comercio y de las expediciones, por medio de la necesidad y el ansía de la expansión natural a algunos mortales (no a todos).

Las ciudades portuarias y los puertos en general son significado de historia en su más fina expresión. Alguna vez en aquellos puertos llegó lo más innovador de la creación humana y transformó de poco en poco al mundo que conocemos.

El desierto y la mar son lugares intactos, inmutables, llenos de sentido, plenos de historia. No se les puede contar de menos y siempre se les debe echar de menos luego de haberlos visto alguna vez.

La falta de conocimiento no exime a los culpables de poseerla. En el desierto y en la mar se combatió con aquello. Hombres como Homero o más bien leyendas como Homero se encargaron de ello. Toda la forma de ser del mundo occidental es griega y es hebrea como raíz, cómo base, cómo origen. Luego de esta raíz emergió Roma y el cristianismo. Asimismo Grecia y el judaísmo vinieron de allí, de la mar y del desierto.

Un fenómeno común es que la mayoría de los que habitan el mundo son agentes nimios que desconocen la raíz y por lo tanto el devenir y el porvenir. Pero, los hombres que transformaron al mundo como Abraham y Moshe, también como Sócrates, Aristóteles y Platón eran diferentes. Y es que de ninguna manera podían ser como el resto.

Son aquellos hombres y mujeres que deciden crear nuevos senderos, quienes transforman a la sociedad en sí. En muchos casos esas gentes que transitan no paralelamente sino perpendicularmente, casi hasta en reversa, son los elegidos del cambio, de la transformación necesaria para avanzar, para trascender.

Al igual que el desierto y que la mar, impactan de diferentes maneras a su pequeño universo. Un par de hombres han cambiado la historia. Un par dentro de cientos de millones.

Y sin quererlo el hombre se hace leyenda y la leyenda se hace hombre. En los anales de la historia, en los manuscritos de la humanidad, en el corazón de los mortales y en la razón de los nuevos exploradores descansan los nombres de aquellos que fueron alguna vez hasta rechazados o incluso siempre.

En la historia del indescriptible desierto y de la aún más imponente mar están los restos que no dejan de ser vigentes y que conviven con lo más reciente.

Agua y arena. Hombre y leyenda. Historia de la humanidad, vigente construcción de lo que algún día será olvido, pero nunca dejará de ser nuestro.

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