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El último shtetl que queda en el mundo

Foto del escritor: Jack GoldsteinJack Goldstein



Hace algún tiempo escribí sobre Krasnaya Sloboda, un pueblo al norte de Azerbaijan, que es hoy en día el último shtetl –pueblito- que queda, el único pueblo puramente judío por fuera de Israel y con tradición de siglos (para no contar los recientemente creados townships ortodoxos y jasídicos en el estado de New York que han recibido status de municipalidad separada).

Tuve la inmensa fortuna de visitarlo el mes pasado como parte de un viaje por el Cáucaso Sur y del cual escribiré otras notas más. Para no repetirme, quiero compartir con ustedes unas apreciaciones personales y novedosas, que desconocía o que me impactaron enormemente. Ante todo, deseo compartirles el registro fotográfico de las múltiples sinagogas vigentes, futuro museo, mikvaot –baños rituales-, cementerio, sala de banquetes, yeshivá –seminario de judaísmo-, y en general, del ambiente del shtetl.




Krasnaya Sloboda era conocida como Krasnaya Yevreiskaya (Asentamiento judío) hasta antes de la llegada del Ejército Rojo en 1917. En su momento de máximo esplendor, contaba con 13 sinagogas en funcionamiento; hoy son “solo” seis. El origen de la comunidad, más allá de Judíos de la Montaña (Cáucaso), son principalmente de Persia y curiosamente de Calcuta, quienes llegaron hace 160 años escapándose de un pogrom. Hoy en día, solo 500 personas viven año corrido en el pueblo, pero entre 17 de Tamuz y 9 de Av se reúne su diáspora, principalmente proveniente de Moscú e Israel, y en esos momentos la población llega a 3.000 personas. Calles impecables, palacetes modernos al mejor estilo ruso, un museo próximo a estrenarse, un complejo de Mikvaot de lujo hasta con calentador para la temporada invernal, parques, plazas, techos y puentes decorados con imaginería judía (estrellas de David, Menorot –candelabros-, etc) hacen de Krasanaya Sloboda un lugar único.

Calles impecables, palacetes modernos al mejor estilo ruso, un museo próximo a estrenarse, un complejo de Mikvaot de lujo hasta con calentador para la temporada invernal, parques, plazas, techos y puentes decorados con imaginería judía (estrellas de David, Menorot –candelabros-, etc) hacen de Krasanaya Sloboda un lugar único.




El pueblo está atendido por el rabino Zadoq, nacido en Chechenia, un hombre de gran corazón y enorme capacidad emprendedora quien está encargado de manejar la pequeña yeshivá que además da instrucción en Computación, Matemáticas e idiomas y que atiende a unos 50 jóvenes. Envía también jóvenes a estudiar a Moscú o Israel. Con orgullo comentó que lograron institucionalizar la fecha de la victoria sobre el ejército Nazi en 1917 (los Nazis destruyeron el puente que comunica a Krasnaya Sloboda con Quba, la capital regional. El puente fue reconstruido posteriormente por la comunidad judía). 




Compartimos con el rav Zadoq unas 3 horas. Nos brindó un suculento almuerzo incluyendo pollos de la shejitá local y hasta nos cruzamos con el único otro grupo de visitantes ese día, un equipo documental de Al Jezeera.

Krasnaya Sloboda es sin duda, uno de hits de mis viajes por el mundo judío y motivo de gran orgullo cultural y de nuestra resiliencia. 






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