¿Cree usted en Dios? Y si no, ¿cómo?

Por David Behar

Valorar las creencias individuales es imperativo y exige el máximo respeto. Sin embargo, ¿nunca ha sentido que hay alguna entidad que nos hace pensar que existen circunstancias inexplicables en nuestras vidas?

Hoy quiero relatar dos experiencias personales y, al mismo tiempo, invitar a nuestros lectores a hacer una introspección sobre lo que van a leer.

Mayo 17 de 1990. El país se encontraba en guerra contra los carteles de la droga y el miedo a los atentados formaba parte de nuestra vida diaria. Por aquellos años, teníamos almacenes en el Centro Comercial Bocagrande de Cartagena, y la sensación de inseguridad por las amenazas alejaban a los clientes.

Era ya de tarde cuando me encontraba en uno de los almacenes, mientras mi esposa, mi concuñada, mis hijas y sobrinos se encontraban en otro a pocos metros. Estaba sentado en la oficina cuando, de repente, sentí una extraña sensación, como si estuviera envuelto en un éter inexplicable. En un abrir y cerrar de ojos, mi mente, a una velocidad casi infinitesimal, pensó: “¿Qué me pasa? ¡Estoy muriendo!”

En ese preciso instante, una explosión indescriptible retumbó en el aire y vi cómo los cristales y otros objetos volaban por doquier. Al reaccionar, corrí, y viví los 10 segundos más largos de mi vida hasta que finalmente entré al otro almacén y pude ver que todos estaban bien.

Mis hijas, pálidas por el susto, me contaron que, junto a sus primos, estaban patinando frente al carro bomba cuando, de repente, comenzó a caer un aguacero. Este no duró ni dos minutos, pero fue causa suficiente para que ellas alcanzaran a refugiarse dentro del almacén, evitando la tragedia que habría ocurrido al estallar los 113 kilos de dinamita con metralla. Hasta el día de hoy, doy gracias, en mi caso a Dios o a un ángel por enviar ese corto y salvador chubasco, y por tener a mi familia viva.

Enero 23 de 2022. En un almacén que tenemos en el aeropuerto de Cartagena, mi esposa y yo debimos desplazarnos al mismo ya que dos de mis empleadas estaban incapacitadas.  Esta situación, de por sí comienza una escalada de casualidades, y se torna aún más curiosa cuando entró una señora acompañada de una niña de unos once años. Mi esposa, al verla, le preguntó por la edad de la niña, ya que siempre veía a nuestra nieta, que vive en Israel, reflejada en niñas de su misma edad.

La señora respondió que era venezolana y vivía en Chile. Durante la conversación, nos comentó que era judía, a lo que nosotros respondimos que también lo éramos. Tras despedirnos, ella salió del almacén.

Un rato después, volvió a entrar y nos pidió si podía cargar su celular. Mientras lo hacía, comenzamos a hablarnos nuevamente. Nos contó que tenía ascendientes colombianos de los que su familia hablaba, pero cuyo rastro se había perdido en el tiempo. Con curiosidad, le preguntamos si sabía algún apellido relacionado con ellos, y nos habló del suyo. Sin embargo, a pesar de hacer varias averiguaciones, no obtuvimos resultados concretos.

La señora, entonces, nos dijo que tenía en su celular una foto de sus familiares en Colombia y le pedimos mostrárnosla. Cuando la observamos, a mí se me doblaron las piernas y a ambos  se nos llenaron de lágrimas los ojos. Resultó que en esa foto aparecían los padres de mi esposa, su abuela y varios otros miembros de su familia.

¿Quién hubiera imaginado que dos de nuestras empleadas se enfermarían, obligándonos a reemplazarlas, que  una venezolana, que vive en Chile, entraría por casualidad a nuestro almacén, saldría, y luego regresaría para revelarnos que era una prima desconocida de mi esposa, y por ende, también prima de Jack, nuestro anfitrión?

Posteriormente, esta revelación fue el incentivo para crear una cadena que involucra a más de cuarenta miembros de esta familia común.

Espero que estas experiencias inviten a la reflexión sobre la vida, el destino y las misteriosas conexiones que a veces parecen trascender la lógica. En los relatos, se entrelazan sucesos que parecen más allá de la casualidad y que parece envuelto en un halo de lo inexplicable. Son experiencias que, sin lugar a dudas, nos invitan a cuestionarnos sobre el significado de las fuerzas que gobiernan nuestras vidas, ya sea las consideremos divinas, energéticas, o algo completamente distinto.

Sobre la pregunta que planteo, "¿Cree usted en Dios, y si no cómo?", es algo profundamente personal. Las creencias pueden ser una fuente de consuelo y comprensión para muchos, pero también hay quienes encuentran explicaciones en otros aspectos de la vida, como el destino, la energía universal o incluso la simple coincidencia.

Las experiencias que comparto podrían interpretarse como un signo de intervención divina, o como un simple evento fortuito, dependiendo del sistema de creencias de cada persona. Podrían ser coincidencias o una serie de improbabilidades que, por alguna razón se alinearon en ese preciso momento.

En resumen, cada quien tendrá su propia interpretación de estas experiencias, ya sea desde un punto de vista religioso, espiritual o incluso existencial. Lo importante es el impacto que tienen cada una de sus historias  personales en sus vidas, y cómo nos llevan a cuestionarnos sobre el propósito, el destino y las conexiones que nos unen.

Gracias por leer mis historias, y por favor, inviten a otros a relatar las suyas también. Sería interesante ver cómo los lectores interpretan sus propias experiencias y las comparten a través de Valijas. Sin duda, este tipo de relatos nos ayudará  a ver la vida de una manera más profunda y conectada, sobre todo en estos momentos tan difíciles que vivimos.

Nota: Los que deseen compartir sus experiencias, por favor envíenlas a Valijas; si no desean editarlas, pueden enviármelas a mí y me encargaré de ello.

Siempre con la pregunta: ¿Cree usted en Dios? Y si no, ¿cómo?