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Foto del escritorJack Goldstein

"Anyu" - Entorno Histórico - Parte II

ENTORNO HISTORICO




Arbol Genealógico de la Familia Weiss

Maria Eisenstadter fue hija de Lob Yehuda Eisenstadter

Por Anamaria Goldstein

Desde mediados del siglo XIX, la confianza y amistad entre nosotros, los judíos húngaros y el resto de la población del país, se fue afianzando. Después de varios siglos éramos, finalmente, considerados como ciudadanos e iguales ante la ley. Esto se logró en gran parte como retribución a que muchos judíos, entre ellos mi tatarabuelo Aron Hausman (1) tomaron parte activa en la lucha independentista antihabsburga de 1848. Judíos que otrora estaban confinados a su vida comunal y labores comerciales ahora se trataban afablemente con la nobleza húngara, los dirigentes y los intelectuales. En un país de muchísimas minorías, el voto judío era valioso para esta incipiente democracia y, por eso, por su colaboración en esta revolución, los judíos recibieron posibilidades para desarrollarse en todos los campos, subir su status económico y social y convertirse en ciudadanos plenos con igualdad de derechos. En el lapso de una generación, la población judía aportó a Hungría la base del desarrollo industrial nacional, de su comercio y de las profesiones libres, destacándose en campos como la medicina, el derecho, el periodismo, las letras y el arte. Llegaron a ser representantes al Parlamento, oficiales de la Policía y del Ejercito. Estos aires de optimismo siguieron así hasta el final de la Primera Guerra Mundial.


La Emancipación hizo, como se ha presentado anteriormente en la historia, que el judío se debatiera entre sus prioridades religiosas y nacionales, entre el sentido de preservar sus tradiciones como pueblo y el deseo de desarrollarse profesional y económicamente. Ser aceptado como igual traía como precio la asimilación; como miembro de un pueblo milenario podría ser aceptado, pero no así como practicante de una tradición ortodoxa. La dualidad entre nacionalidad y religión se hacía cada vez más fuerte y se debían ir tomando posiciones. Pocas veces en la historia del pueblo judío se vivió la grandeza y libertad de que gozaron en esa época en Hungría, Austria y Alemania. Las comunidades se fueron volviendo más cosmopolitas y eminentemente húngaras, especialmente las de los centros urbanos. El orgullo nacional corría por las venas de buena parte de su población y el amor y el apego al idioma húngaro siempre fueron notables. En ese ambiente vivieron los padres y los abuelos de mis padres y transmitieron sobre todo a mi papá la conciencia de pertenecer plenamente a la sociedad húngara. Incluso para mi papá, la nacionalidad podía valer más que su vínculo religioso.





Con las exigencias de la Paz de Trianón en 1919, cuando el país perdió dos terceras partes de su territorio y la mitad de sus compatriotas, se apoderó del país un aire de frustración y descontento, que se agravó aún más con la breve Revolución Roja de noviembre de 1918. Muchos de los directivos fueron judíos, empezando por el mismo Bela Kun, quien alcanzó a gobernar durante casi medio año. La reacción antisemita no se dejó esperar y cuando tumbaron a esta revolución, la revancha fascista “blanca”, liderada por el mariscal Horthy, hizo estragos entre los “rojos”.



Mi tatarabuelo Felsenburg, bisabuelos Weisz y todos sus hijos. Los tres mayores murieron antes de la Guerra, pero el resto, salvo uno, fueron asesinados. Hay una figura cortada, lucía con su uniforme oficial y por algún miedo fue eliminado de la foto. La joven sentada a la izquierda es mi abuela Sara. De pie, desde la izquierda: De pie: Giza, Olga, Miklos, Artur, Guszti, Helen- Sentados: Sári, Maria F. F. Mor, Simon Weis. EN el piso: Jeno, Otto y Oszkar. Fot de 1891-3 (?)


Los fascistas húngaros, durante la entreguerra, no sólo identificaron al Comunismo y la izquierda con los judíos, sino con intereses extranjeros detestables. Objetaron la enorme participación judía en la vida nacional, aduciendo que a ello se debía que los demás no encontraran trabajo ni oportunidades. A raíz de esto, se decretó el Numerus Clausus, que restringía el número de judíos que podían entrar a universidades o ejercer carreras según el porcentaje que representaban dentro de la población. De la sensación fraterna de mediados del siglo anterior, se pasó a una fría tolerancia.



Casa de mis abuelos Weisz en Szeleny. Tenía salón para esgrima. Tuvieron también apartamente en Budapest ya que todos los varones siguieron carrera universitaria allá


Algunos datos estadísticos me parece que hablan por sí solos. En Budapest, hasta el inicio de la guerra, el 20,3% de la población era judía. Como porcentaje del total de la población húngara la cifra era mucho menor, quizás del ordende un 6%, pero dentro del total nacional los judíos representaban el 59,5% de los contadores, el 59,4% de los empleados bancarios, el 55,2% de los médicos, el 51,3% de los comerciantes, el 49,2% de los abogados, el 31,7% de los científicos y escritores, el 30,4%de los ingenieros, el 26,7%de los actores, el 25% de los músicos, el 14,7% de los pintores, el 11% de los industriales, pero escasamente el 1,6% de los empleados públicos y de justicia y el 0,33% de los agricultores.


Mi abuela Etka Hausman

Aunque oficialmente la primera ley (anti) judía fue promulgada en 1938, siempre consideré el Numerus Clausus de 1920 como la primera. Esta, entonces, venía a ser la segunda de esta naturaleza y limitaba a un 20% el porcentaje de judíos en las profesiones libres, en la administración pública y en el comercio y la industria. Para ese entonces ya se consideraba judío a todo aquel cristiano que hubiese nacido de padres judíos, aun si se hubiere convertido después de 1919.


En 1939 expidieron la ley racial según la cual otras cien mil personas convertidas fueron consideradas como judíos, se volvió a reducir la participación judía en las actividades económicas al 5% y se restringirían aún más los derechos políticos. Con esa medida, a unos doscientos cincuenta mil judíos se les negó el derecho a la subsistencia. Ese mismo año se decretó obligatorio el “servicio de trabajo”, entiéndase aquí, trabajo forzado.


En 1941 una nueva ley definió más radicalmente quién era judío, basándose puramente en términos raciales. Se prohibieron los matrimonios mixtos o relaciones sexuales entre judíos y cristianos.


Bajo este nuevo criterio se llegó a determinar que en Hungría había unos ochocientos cincuenta mil judíos para ese entonces. De ellos, cerca de seiscientos mil no habrían de sobrevivir otros cuatro años. Este actuar, paso a paso, fue ideado por verdaderos psicólogos; y si cada paso fue cruel, en su conjunto resultó demoledor.


Mi abuela Erno Hausman

Como comenté anteriormente, nos despojaron de nuestros derechos, como por ejemplo el de portar uniforme y condecoraciones militares, o el de desempeñar cargos públicos. Luego, nos despojaron de nuestra capacidad para generar ingresos, al prohibirnos el ejercicio de nuestras profesiones. Nos despojaron de la libertad al prohibirnos viajar en tren y barco y obligarnos a vivir en ghettos. Trataron de despojarnos de nuestra dignidad humana, emberi meltosag, con crueldad y ensañamiento frente a la sociedad, deshumanizándonos ante los demás mediante caricaturas y escritos. Finalmente, nos quitaron la vida.

Los judíos no estaban organizados en partidos políticos, pero en masa participaron y lideraron incluso varias tendencias políticas del país. El movimiento sionista, que desde finales del siglo anterior comenzaba a forjarse, tampoco tomó fuerza en la gran ciudad. Más bien, encontró su base de apoyo en las provincias, donde la vida era mucho más difícil y el antisemitismo era mayor. En la capital, los judíos querían seguir pensando que Hungría era su patria y allí seguirían eternamente seguros y prósperos. La historia habría de probarles su craso error. Nadie estaba psicológicamente preparado para lo que venía y la rapidez alucinante como se desarrollaron los hechos hizo imposible su reacción. A los que vivían plenamente su condición de húngaros y judíos les fue imposible ajustarse mentalmente a los sucesos que les iba a deparar el Holocausto. Al terminar la guerra, también fue muy difícil asimilar la realidad y ajustarse a la vida que habríade seguir. Casi la totalidad de la población judía de la provincia sería exterminada, al igual que gran parte de la de Budapest. Los cuestionamientos sobre este capítulo de la historia aún no han cesado.



Los hermanos Hausman y mi abuela Etka en el centro, de frente.

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