"Anyu" - Años de Guerra - Parte IV
Por Anamaria Goldstein
Como ya lo había dicho, le oí afirmar una vez a alguien que sobrevivió Auschwitz, que el miedo a ser descubierto era quizás peor que estar en el campo de concentración mismo. Este comentario me trae a la memoria vivencias muy fuertes de mi juventud, que trataré de ordenar cronológicamente. No pasé por los campos de concentración nazis;mi historia de la guerra es la de una niña que fue escondida y que desde pequeña aprendió a sobrevivir.
Los alemanes ocuparon Hungría el 19 de marzo de 1944, cuando yo no tenía aún dos años de edad. Para ese entonces, las leyes antijudías ya habían sido reinstituidas desde 1938. No se necesitó de antisemitas alemanes para sufrir la barbarie: Hungría los producía silvestres en esa época y gobernaban desde hacía varios años.
MI PAPA
Mi papá, Sándor Vajda, mientras cursaba su bachillerato, tuvo que hungarizar su apellido judío, originalmente Weisz, para ingresar a la universidad a estudiar Derecho y Ciencias Políticas.
En diciembre de 1939 conoció a mamá y a la tercera salida sabían que se iban a casar. Mamá estuvo de visita en la capital y alguien le presentó a papá, quien se había divorciado el año anterior. Se comprometieron a fines de enero y el 25 de febrero de 1940 se casaron en Munkacs. Regresaron ahí mismo a Budapest ya que papá estuvo bastante ocupado.
Además de su trabajo habitual atendiendo clientes, desde hace algún tiempo se dedicaba a conseguir permisos de residencia para judíos que se escapaban de Galicia y Karpato-Rusia quienes creían poder permanecer a salvo en Hungría ya que la guerra se demoró hasta 1944 en llegar ahí. En esa época, unos noventa y seis mil judíos habían sido registrados como “no ciudadanos” viviendo en el país, a pesar de que muchos de ellos declararon como su idioma nativo el Húngaro. Hasta entonces, toda persona nacida en el país fue considerada húngara; ahora todo judío fue considerado extranjero a menos que pudiera demostrar su residencia o ciudadanía.
En 1941 el gobierno del mariscal Horthy dictó una ley que prohibía a abogados judíos ejercer su profesión. Papá tuvo entonces que cerrar su oficina de abogado, pero siguió con la tarea de conseguir residencias. El gobierno también determinó que los judíos varones de edades entre 18 y 48 años (más adelante, creo, se abrió el rango entre los 16 y 60 años) debieran prestar trabajos forzados. En abril de 1942 papá fue llevado a construir diques. Trabajó en canteras y cargó bultos de harina de 70 kilos a los vagones del tren. A casa podía regresar por periodos cortos; durante uno de esos permisos nací yo, el 20 de julio de 1942.
El primer encuentro de papá con las autoridades y que desembocó en su detención, fue cuando Hungría entró con sus tropas a Novi Sad, en 1941, siguiendo órdenes del mando militar alemán, que dispuso que Hungría debía invadir el norte de Yugoslavia. Inmediatamente, empezaron las masacres de serbios y de judíos. Las autoridades húngaras fueron extremadamente crueles. Según relato testimonial del Dr. Fodor, cliente de papá de años atrás y quien logró escapar con su esposa a Budapest después de una razzia (redada), en enero de 1942, a las víctimas las obligaron a abrir agujeros en el río congelado y las ametrallaron. En el primer día mataron unos mil judíos. Papá, quien todavía creía en la justicia húngara, fue corriendo donde el ministro del Interior, Dr. Keresztes Fisher, quien lo hizo esperar mucho tiempo. Al fin, cuando pudo exponer lo acontecido en Novi Sad y pidió acabar con las ejecuciones, el ministro dijo desconocer los hechos. Ante la insistencia de papá, el ministro hizo entrar a Ujszaszi, uno de los jefes de contraespionaje, quien lo negó todo. Cuando papá llegó a la casa lo esperaban dos detectives para detenerlo.
Tres días después, los periódicos traían las noticias y las fotos de las masacres y gracias a la presión de la prensa se ordenó la finalización de las matanzas. No sé cuánto tiempo estuvo papá detenido. Mientras tanto, mamá e Ila, la hermana de papá, recogieron mucha ropa y comida para mandar a los sobrevivientes de Novi Sad. Papa conmigo, recién nacida.
Mi padre fue incluido por el gobierno fascista en una lista de enemigos políticos bajo cargos de haber salvado a decenas de judíos entregándoles permisos de residencia. Quienes no habían podido conseguir tales documentos, unos veinte mil, los llevaron en agosto de 1941 a Kamanetz Podolsk y fueron masacrados.
Papá logró inclusive hacer regresar del camino a unos pocos con la ayuda de Sandor Jeno, viceministro, hombre que obró por decencia, por sentido humanitario y no por dinero. Como dato curioso, Pasztoi Amon, director del KEOKH (Oficina Central de Control de Extranjeros), otorgó algunas residencias, pero insistió en cada ocasión en tratar de averiguar quién era el protector de papá en el Ministerio. (Pasztoi terminó colgado después de la guerra).
Por causa de la consecución de estos permisos, apenas entraron los alemanes a Hungría, bajo las órdenes de Eichmann, fueron a buscar a papá al apartamento. Al no encontrarlo, hicieron que mi tía Ila los acompañara al apartamento de ella en Szent Istvan Park, a ver si se escondía ahí. Afortunadamente, el portero del edificio le avisó a tiempo a papá y logró resguardarse donde unos antiguos clientes hasta que el 5 de junio de 1944 cuando fue capturado por los nazis y llevado al campo de detención de Kistarcsa, donde lo mantuvieron hasta octubre. Irónicamente, esa fue su suerte, pues no lo llevaron a los campos de exterminio. En un espacio apto para doscientos prisioneros, permanecieron hacinados unos dos mil judíos. De ellos, unos mil quinientos fueron eventualmente deportados y muy pocos lograron sobrevivir.
MI TIA ILA
Después del primer bombardeo Aliado, el 3 de abril de 1944, Eichmann exigió viviendas para las familias alemanas que quedaron sin hogar. (Durante los bombardeos, a los judíos no se nos permitió bajar a los refugios, pero sé que sí lo hacíamos, seguramente con la vénia de los vecinos. Por mucho tiempo mantuvimos listo un canasto grande, donde teníamos siempre lo apenas necesario para bajarlo con nosotros. Yo gritaba “Pincébe, pincébe”, “¡al refugio! “cada vez que se oían las sirenas). Mi tía Ila (Ilona), la hermana menor de papá fue despojada de su apartamento el 12 de abril de 1944. Tuvo que dejar todo el mobiliario y pertenencias para entregarlo a una familia alemana que venía de alguna ciudad bombardeada. Entonces, se vino a vivir con nosotros y al poco tiempo tuvo un aborto. En mayo de ese año, mis abuelos maternos, los Hausman, fueron deportados de Munkacs a los crematorios de Auschwitz. La hermana mayor de mi mamá, Olika, su esposo e hijas de 14 y 11 años, quienes vivieron en Checoslovaquia, fueron llevados a Theresienstadt y de allí a Auschwitz, donde fueron gaseados. Fritzike, la cuñada de Olika, las vio cuando llegaron al campo de exterminio, Ila las vio cuando marcharon cogidas de la mano hacia las cámaras de gas. El mes siguiente correspondió el turno a mis abuelos paternos, los Weisz, quienes junto con el hijo mayor y su esposa fueron transportados al mismo campo y asesinados. Ese mismo mes capturaron a Ila.
Ella había mandado un paquete a sus padres en Balassagyarmat, el cual regresó con una nota diciendo: “destinatario desconocido”. Ya que mis abuelos eran personas estimadas y conocidas en toda la ciudad, sonaba absurdo esta nota. Ila corrió donde unos paisanos a averiguar si sabían lo que pasaba; ella ignoraba que esos amigos eran miembros de la resistencia y que en esa casa escondían una imprenta. Justo durante esa visita, la Gestapo llegó para arrestarlos y en la redada cayó mi tía. La llevaron a la comisaría en Csillaghegy y la torturaron durante varios días para que delatara a sus camaradas. Los interrogatorios siempre finalizaban con veinte golpes dados con una barra de caucho sobre la planta de los pies. Si se desmayaba, le echaban un balde de agua para poder proseguir. A golpes le tumbaron la estrella amarilla del vestido y después la golpeaban por no tenerla puesta. Como no pudo decir nada, porque no sabía nada, la llevaron a la prisión de Mosonyi Utca como detenida política. De ahí pasó a la prisión de Sárvár y finalmente la deportaron a Auschwitz. Fue de las primeras personas llevadas allá desde Hungría. El viaje con otras 70 personas en un vagón de transporte de ganado duró casi cinco días. Estuvo en el Lager B III, Bloque7.
Para ese entonces, la industria alemana necesitaba de esclavas para el trabajo, así que unos tres meses después de estar en el campo, escogieron mil mujeres para llevarlas a Buchenwald, en Alemania y más específicamente, a Allendorf. De despedida, la última noche antes de que la llevaran a Alemania, llegó a escuchar los gritos de angustia y de dolor de gitanos que fueron incinerados vivos. El llanto y los gemidos de dolor de esa gente acompañaron a Ila por décadas. Allí fue a parar tía Ila, trabajando en uno de los 174 subcampos de esa red de infiernos. Fabricaron partes para aviones, municiones, además del gas Zyklon B, usado en las cámaras de exterminio. La fábrica Dynamit Nobel era propiedad de la IG Farben. Las esclavas se tornaron completamente amarillas: el cabello, la piel y todo su cuerpo. Los labios ardieron de un rojo fuerte. Sobre la vida en Allendorf poseo un libro editado en 1990 por la alcaldíade ese pueblo, cuando hicieron su mea culpa que incluye la lista de las “trabajadoras”, entre ellas figura el nombrede Ila. Además, tengo otro libro, escrito por Lazar Olga, compañera de ella, una sobreviviente, que se titula Borzalmas EveimTortenete (La Historia de mis Años Terribles). El número de Ila era el 23609.Mónica, mi hija, alcanzó a ver en una ocasión, antes de que mi tía Ila lo destruyera, su vestido de rayas de prisionera. Aún conservo el pedazo de tela con el número que Ila no quiso o no pudo destruir.
Ila estaba tan extenuada por el trabajo, el hambre y las marchas diarias de tres kilómetros entre el lager y la fábrica subterránea, que la Kapo le consiguió trabajo por un tiempo en la cocina, que sirvió (a pesar de que debió permanecer de pie en agua helada según ella, hasta casi las rodillas durante todo el día) para reponerse y poder ayudar a las demás, llevando sobrados de cáscara congelada de papas y como dice el verso, compartir con los más débiles lo poco que tenía. Kapos eran los jefes de cada grupo de trabajo o de cada barraca, que respondían por todo. Generalmente, las escogían entre las mismas prisioneras, temiendo por su propia vida, a veces eran brutales; otras como en el caso de mi tía, ayudaban en lo que podían. A esta Kapo yo la conocí tiempo después. Cuando concluyó la guerra y le hicieron juicio, Ila y las compañeras fueron a dar fe de su comportamiento humano y fue declarada inocente. Ila vio a Josef Méngele, el macabro “Angel de la Muerte” estando en Auschwitz. La primera vez fue justo al llegar allí. Durante su permanencia en el campo lo vio un par de veces más, pero no me contó nada distinto a que era diabólicamente buen mozo. Ila logró escapar al final de la guerra, cuando los soldados americanos ya se encontraban muy cerca. Los guardias alemanes las obligaron a marchar con ellos en su huida y quien no pudiera con el paso, era fusilada en el acto. En estas circunstancias, Ila y sus amigas divisaron una granja, se escondieron en ella y salieron sólo cuando aparecieron los primeros soldados americanos. Todos, pero muy especialmente los soldados judíos, se afanaban por ver qué le daban de comer a los sobrevivientes. Había que explicarles que el organismo, desprovisto de comida por tanto tiempo, no aguantaba los enlatados, chocolates americanos y demás delicias. Muchos murieron a consecuencia de sus primeras comidas después de la liberación.
Laci, su marido, había sido llevado a trabajos forzados en Hungría y Austria. Tres veces logró fugarse y otras tantas fue capturado, sobreviviendo siempre milagrosamente. Imre, el hermano de papá murió casi al finalizar la guerra, en el hospital de Wells, en Mauthausen, según la versión en una postal que mandó a papá un compañero que logró regresar. (Imrefue de Auschwitz a Mauthausen y de ahí a Ebensee) A continuación, incluyo un verso que, siendo bien recursivas para conseguir papel y lápiz, las compañeras de Ila le escribieron en el Lager. La traducción es versión libre mía y el documento que sobrevive es de puño y letra de Ila.
"Cuando sobre el lager caía la noche Lukacs Ilus alzaba su plato y caminaba de cuarto en cuarto, Alma bendita, Haciendo alcanzar la sopa aguachenta. Ilus, nuestra monita, unas te envidian, pero somos más las que te amamos.
Nada nos causa tantos pesares Como ver en tus ojos arder las lágrimas Eres la habilidosa de nuestra cocina Y por ello para tus compañeras la gran ayuda ¿Cómo no amarte? Confiamos que también lo harán de regreso en tu hogar".
Vadasne, Sipos Zsuzsa y Sipos Vera Allendorf, diciembre 24 de 1944
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