Anacrónicos
Por David A.Rosenthal
Entonces una insignificante “patulea” grita de forma salvaje “Colón asesino” y sin más ni menos derriban la estatua del libertador que acompañaba a los barranquilleros hacía más de un siglo. Lo que bien suscita la pregunta de ¿por qué existe un movimiento detrás de las manifestaciones vandálicas empeñado en derrocar las efigies de la historia?
Pues bien, la efigie de Colón había sido mandada a construir por la colonia italiana de Barranquilla a la empresa Tomagnini de la Escuela de Pietrasanta y fue donada a la ciudad en 1892. La estatua fue elaborada en el mejor de los mármoles, es decir, en mármol de Carrara -Toscana- por el genovés -al igual que Colón- Giuseppe Tomagnini.
La estatua de Colón no solo fue arrebatada, sino que también fue decapitada, arrastrada, vandalizada y lo peor, fue un intento desmedido, obsceno, soez, de la más baja lascivia de negar la historia. Una historia discutida. Pero, a la final es la historia que tenemos en América y que no se puede rezongar.
Asimismo, la estatua del adelantado Gonzalo Jiménez de Quesada en Bogotá fue derribada por algún grupo de vándalos con subrepticios intereses y de extraños hábitos. A la sazón, las minorías se imponen a la mayoría, porque la mayoría sucumbe ante minoritarios factores, ante minoritarios actores, con minoritarias voces, que buscan tomar el “Ágora” de la ciudad, de forma obtusa.
Las oscuras intenciones, que ya son bastante claras, como tomarse el poder de las ciudades, afectar las principales vías y terminar de sacrificar a la devastada economía del país, ahora se ven los terribles resultados. Más empresas que cierran y menos que abren. Más gente que se marcha del país, casi a la velocidad con el que tumbaron estas estatuas y otras más.
Reemplazar los ahora ausentes monumentos por algo superior en materia estética, moral y representativa sería fetén. Pero, no es así. Han erguido un monumento a la “resistencia” de una calidad deplorable e improvisada, que conlleva a un sentimiento luctuoso, en vez de a un valor en verdad apreciable. El monumento levantado en Cali por la baladí “primera línea” y sus simpatizantes es no más que contaminación visual y una muestra del salvajismo, la primitividad y la falta de gusto a la que Colombia se ve enfrentada, en el marco de una encrucijada histórica que al parecer empieza a dilucidarse por el mismo absurdo de su causa.
“Esculpe, lima, cincela; que tu flotante ensueño quede fijado en el duro bloque" - Théophile Gautier
En Estados Unidos y en Chile igual, uno de los primeros objetivos de los mal llamados manifestantes fue el de derribar y vandalizar las estatuas. Su objetivo acabar con la historia, para reemplazarla con una falsedad que sea de mejor aceptación que la misma historia. Así la historia sea un conjunto de mentiras acordadas, como dijo Napoleón, es la historia. Ir en contra de la historia, no solo sería una afrenta contra el origen de lo que somos como sociedad, también sería hasta anacrónico, pues la historia ya se contó.
A fin de cuentas, así tumbaran todas las estatuas que aún siguen en pie y se empeñaran en construir monumentos “reivindicativos” la historia no se borrará por buena o por mala que haya sido, ya fue y no dejará de serlo.
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